EDITORIAL «Ex ministros del PSOE y el PP se hacen ricos perjudicando intereses españoles»

Hoy les traigo una historia que no van a ver en los grandes informativos. Quiero hablarles del mayor chiringuito político que existe ahora mismo en España. No, no me refiero a los típicos que montan los partidos para colocar a los suyos. Hablo de Acento, la empresa que merece un título mayor: el papa de los chiringuitos.
Detrás de esta consultora está José Blanco, sí, Pepiño —aunque nunca en su círculo íntimo le han llamado así, eso es cosa de periodistas creativos—. También están Elena Valenciano, Antonio Hernando, Alfonso Alonso, e incluso el hijo de Esteban González Pons. De todos los colores. PSOE, PP, y hasta Izquierda Unida, que intentaron fichar a Alberto Garzón en cuanto dejó su ministerio.
¿Qué hace esta empresa? Pues lo que no debería estar permitido: captar a ex altos cargos de gobierno para ejercer presión política y abrir puertas dentro del poder. Hacer de lobby con dinero público y relaciones privadas. Una vez dentro, se reparten las influencias. El objetivo: contratos, favores, influencia. Lo llaman lobby. Yo lo llamo corrupción institucionalizada.
Sus clientes no son precisamente ONGs. Hablamos de Huawei, que pagó a Acento más de 200.000 euros para no quedar fuera del despliegue del 5G. ¿Y qué hizo Sánchez? Cambiar de opinión. De rechazar a Huawei a entregarle la seguridad de Moncloa, los juzgados y hasta las cámaras.
Acento ha crecido como la espuma: de 150.000 euros de facturación en 2018 a 9,5 millones en solo cinco años. ¿Milagro empresarial? No. Simplemente, tener la agenda correcta.
Esta empresa también trabaja para Marruecos. Sí, para ayudarles a influir en Bruselas y meter tomate, melón y lo que haga falta en Europa sin control de calidad. ¿Quién se fastidia? El agricultor español. Pero eso no importa. El que más paga, manda.
Y para rematar, Sánchez nombra número dos del PSOE a la mujer de Antonio Hernando. ¿Dónde trabaja ella? En Acento. ¿Debo seguir?
Esto debería estar prohibido por ley: que ministros y altos cargos puedan montar chiringuitos para vender sus contactos e influencias cuando abandonan el cargo. En otros países es delito. Aquí es modelo de negocio.
Por eso digo, sin rodeos, que Acento es el mayor chiringuito de España. Un chiringuito institucionalizado al servicio de los poderosos. Y nadie en el gobierno lo denuncia porque muchos de los suyos ya tienen plaza fija en su organigrama.
Bienvenidos a la España del «tú colócame que ya medraré».