Las mujeres de Pedro: el libro que revela al Sánchez «gigoló» político’

Hoy he querido mostrarles una faceta poco conocida de Pedro Sánchez. Ya conocemos al Sánchez dictador, al Sánchez mentiroso, al Sánchez presuntamente corrupto, rodeado de causas judiciales que afectan a su familia. Pero hay un Sánchez del que se ha hablado poco: el Sánchez conquistador, coqueto, capaz de utilizar su físico y su porte como arma política.

El periodista y escritor Joaquín Abat lo recoge en su libro Las mujeres de Pedro. En sus páginas describe cómo, desde joven, Sánchez supo servirse de su atractivo para ganar favores y posiciones. Lo califica sin rodeos de “gigoló político”.

Abat relata testimonios de mujeres del PSOE que aseguran haber sido testigos directos de esta actitud. Desde coqueteos evidentes en platós de televisión, como los vividos con Susanna Griso, hasta la complicidad especial con Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Esa cercanía, apunta el autor, podría explicar decisiones políticas como el blindaje de ayudas a España durante la pandemia.

El libro también recoge episodios como la relación con Trinidad Jiménez, que le abrió puertas en Estados Unidos y con el entorno de George Soros; los contactos con Ana Patricia Botín, que facilitaron su entrada en el club Bilderberg; o el papel de Cristina Narbona, que lo apoyó cuando el PSOE buscaba un rostro joven que sedujera al electorado femenino.

Todo ello acompañado, según Abat, de una estrategia de matrimonio de conveniencia con Begoña Gómez, que habría aportado dinero y la llamada “filmoteca” de grabaciones comprometedoras para auparlo políticamente.

El retrato es demoledor: un hombre que, según el autor, no tiene escrúpulos en usar y desechar a quienes le rodean, especialmente mujeres, con tal de alcanzar el poder. Y añade que Sánchez nunca tuvo como objetivo final ser presidente del Gobierno, sino un cargo internacional de mayor rango, incluso en la OTAN.

Las mujeres de Pedro es, en definitiva, un libro que muestra cómo el actual presidente habría construido su carrera no solo con apoyos económicos y políticos, sino también con un arma insólita en política: el uso deliberado de su atractivo personal como herramienta de manipulación y ascenso.