Sin el fiscal general, el plan Sánchez continúa igual: robar cuanto más mejor
Como cada día, aquí sigo dando la cara. Y hoy, tras la condena del fiscal general del Estado, muchos espectadores me han preguntado: “¿Y ahora qué, Albert?”. Pues la respuesta es tan cruda como evidente: nada cambia. Sin el fiscal general, el plan Sánchez continúa intacto, porque el objetivo nunca fue la justicia, sino el botín.
Ayer vimos algo casi histórico: el fiscal general fue condenado a dos años de inhabilitación. Más de lo que muchos esperábamos. Y aun así, no nos engañemos: esto no detiene el engranaje. Este hombre —que ya en 2019 aparecía en actos del PSOE como uno más— nunca fue seleccionado por su capacidad, sino por su obediencia. Y Sánchez no necesita un fiscal brillante: necesita un escudero dispuesto a ejecutar sus órdenes.
Lo he dicho y lo repito: quien reveló el secreto sobre el novio de Ayuso fue Pedro Sánchez, no su fiscal. El fiscal solo obedeció. Es evidente. Y como apuntan los juristas que han seguido la causa, la orden salió de arriba. De más arriba.
El Gobierno de España es hoy una pirámide construida para un único fin: llenar sus bolsillos, vaciar los nuestros y aferrarse al poder a cualquier precio. Lo de ayer no es el final de nada. Es, con suerte, el principio de que la sociedad empiece a abrir los ojos.
Mientras tanto, seguirá lo de siempre:
– Colocar a amigos.
– Controlar instituciones.
– Amasar dinero fuera de España.
– Temer, sobre todo, caer en manos de la justicia.
Porque ese es el gran pánico de Sánchez: rendir cuentas. Por eso tratará de aguantar, de resistir, de tensarlo todo. Cuanto más tiempo esté, más “caja” hace él y su entorno, como me decía ayer uno de los abogados que lideran esta lucha.
Y si algo demuestra la condena del fiscal general es que la sociedad civil todavía respira, todavía lucha, todavía existe el coraje de enfrentarse al Goliat institucional. Pero no nos engañemos: la organización que rodea a Sánchez sigue viva, y su objetivo no era mantener al fiscal general, era mantener el negocio.
Sí, hemos ganado una batalla. Pero la guerra sigue.
Y el botín, lamentablemente, sigue bien escondido.
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