Trump da a Maduro un ultimátum de 10 días: el desenlace puede ser una huida pactada

Lo que cuento hoy es una última hora decisiva para Venezuela. Donald Trump ha dado a Nicolás Maduro un ultimátum de 10 días. Diez días para terminar con esta farsa, diez días para entregarse o para afrontar la intervención directa de Estados Unidos. El plazo vencerá entre el 5 y el 6 de diciembre, y esta vez la presión es real: Trump quiere cerrar una etapa que mantiene a todo un país bajo tortura.

¿Por qué concede más tiempo el presidente norteamericano? Porque su prioridad es evitar muertes civiles. Maduro está utilizando presos políticos y militares disidentes como escudos humanos. Esa es la razón por la que Trump quiere apurar la vía diplomática antes de ordenar una acción militar. Desde el avión presidencial confirmó que en breve mantendrá una conversación telefónica decisiva con Maduro. Esa llamada definirá si habrá ataque, entrega… o huida pactada.

El almirante Molina Tamayo lo explicó con claridad: existe la opción de que Maduro abandone Venezuela rumbo a Turquía, deje el poder y permita la entrada del gobierno legítimo. Ese escenario evitaría muertos, pero no impediría que más adelante fuera juzgado por la justicia venezolana o por la estadounidense.

Trump estaría incluso dispuesto a dejarle marchar hoy mismo si con ello se salva la vida de inocentes. Después, ya le perseguirían las tropas estadounidenses, o el nuevo gobierno venezolano. Pero hay destinos sin tratados de extradición. Guinea Ecuatorial, por ejemplo, donde Maduro tiene preparada una mansión para escapar llegado el momento.

Mientras tanto, el dominio militar de Estados Unidos es absoluto. Controlan el mar, controlan el aire, y solo falta la entrada por tierra. El reciente vuelo de un B-52 a escasa distancia de la costa venezolana provocó una reacción tan cobarde como previsible: Maduro huyendo de un acto oficial acompañado de un alto mando militar cubano enviado por Díaz-Canel. El bombardero sobrevoló varias veces entre Los Roques y Caracas, dejando claro que Venezuela está militarmente derrotada antes de empezar.

La caída del régimen no afectaría solo a Maduro. Arrastraría inevitablemente a sus colaboradores en España. El principal: José Luis Rodríguez Zapatero, que lleva dos décadas beneficiándose presuntamente del régimen venezolano. Fuentes conocedoras de las investigaciones hablan de cifras millonarias de cuatro dígitos.

No es solo él. Su entorno familiar, Raúl Morodo —exembajador en Caracas que pactó no entrar en prisión tras reconocer mordidas—, y otros intermediarios han aprovechado durante años los negocios, comisiones y pagos ilegales asociados al narcochavismo. Empresas españolas como Telefónica, Repsol o BBVA tuvieron que pasar por ese peaje económico para recuperar su dinero en Venezuela.

Estados Unidos quiere que todo eso salga a la luz. Quiere congelar las cuentas de Zapatero y de otros nombres relevantes como Baltasar Garzón o José Bono, aplicando el RICO Act, una herramienta diseñada para perseguir redes corruptas. Sin embargo, el Gobierno español no está colaborando: Hacienda ha bloqueado solicitudes de información procedentes de la justicia estadounidense.

La caída de Maduro, inevitablemente, arrastraría también a Zapatero, Bono y Pedro Sánchez. Y estamos a muy pocas horas de que Víctor de Aldama y Coldo García —dos piezas clave del caso— comiencen a declarar. Lo que digan puede derribar por completo el relato oficial.

Llegamos al punto crucial: 10 días. Una llamada entre Trump y Maduro. Una negociación final. Puede que esta dictadura termine sin un solo disparo. Puede que el desenlace sea una huida pactada. No es el final que muchos venezolanos esperaban tras 26 años de sufrimiento, pero hoy esa posibilidad está sobre la mesa.

Gracias por estar ahí. Si hay novedades —y las habrá—, las contaré.

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