España paga con dinero público los sueldos de terroristas palestinos en prisión

Lo que voy a contar es tan grave que cuesta incluso escribirlo. España está pagando sueldos mensuales a terroristas palestinos encarcelados, así como a sus familias, y lo hace con dinero público español. No se trata de una ayuda humanitaria, ni de un acuerdo internacional transparente, ni de un programa supervisado. Es dinero entregado sin rastro contable, a través de canales informales diseñados para que nadie pueda seguir el rastro.

La cifra de la última transferencia es clara: 2 millones de euros enviados el 25 de octubre, de forma discreta, disimulada, casi clandestina. Y no es la primera vez: otros 2 millones se entregaron en agosto. Cada año se repite el patrón: pagamos sueldos a terroristas presos que han cometido asesinatos y atentados crueles. Cuanto más salvaje fue el crimen, más dinero reciben.

Estas son las cantidades:

• 515 € al mes para el terrorista encarcelado sin familia.
• 715 € al mes si tiene esposa e hijos.
• Si supera los 5 años en prisión, incremento del 50%.
• Si supera los 30 años, el sueldo se dobla.

Es decir, en España usted trabaja, paga impuestos y parte de ese dinero termina premiando a asesinos en cárceles palestinas. Es moral y políticamente insoportable.

Mientras tanto, las víctimas del terrorismo en nuestro país jamás recibieron ni la décima parte de esta atención. Y la Unión Europea colabora enviando cantidades similares mediante un programa llamado PEGASE, del que casi nadie ha oído hablar pese a financiar a condenados por terrorismo.

Por otro lado, el Gobierno ha entregado 76 millones adicionales a organizaciones vinculadas a Palestina, incluidas entidades como UNRWA, incluso después de que varios de sus miembros participaran en la masacre del 7 de octubre de 2023. Mientras el mundo deja de financiarles, España aumenta las donaciones.

Todo esto ocurre en silencio. Sin debate parlamentario. Sin explicación pública. Sin control.
El ciudadano español soporta una carga fiscal récord mientras su dinero financia a quienes difunden odio, violencia y muerte.

Y sé que muchos ya no se sorprenden. Ese es el problema:
cuando un país deja de indignarse, el poder deja de tener freno.

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