Censura y estupidez progre: el nuevo coordinador de intimidad en el cine

¿Saben que este gobierno que sufrimos se mete en todo? En lo que comemos, en lo que dormimos, en lo que vemos… ahora también en lo que se rueda en el cine. La última genialidad de esta pandilla progres es introducir un «coordinador de intimidad» obligatorio en los rodajes de escenas sexuales. Sí, como lo oyen.
Yolanda Díaz, con esa entonación de manual progre, lo explicaba así: “Durante años muchas actrices han rodado escenas sexuales sin garantía de consentimiento, en condiciones muy inadecuadas y bajo presión.”
¿Y la solución? Pues que una figura externa, impuesta por ley, se encargue de valorar si hay consentimiento o no. O sea, un comisario político en toda regla. Porque eso es lo que es este “coordinador de intimidad”: censura con pintalabios inclusivo.
Llamé a mi amigo José Luis Rancaño, productor de cine, y me lo confirmó con toda claridad: “Esto es censura y estupidez progre en estado puro. Es un insulto a los actores. ¿Qué pasa, que no son mayores de edad para decidir lo que ruedan?”
Tiene razón. Estamos tratando a los actores como si fueran menores tutelados. Y si encima son mujeres, peor: se parte del supuesto insultante de que no pueden poner límites por sí mismas. Como si no estuvieran empoderadas, formadas y sobradamente capaces de decidir si ruedan una escena o no.
¿Y saben lo mejor? Que este mismo gobierno no dice ni mu sobre el cine pornográfico. ¿También va a mandar un coordinador de intimidad a esos rodajes? ¿O ahí no les interesa el consentimiento?
Rancaño lo clavó: “Las actrices de hoy son libres. Nadie les obliga a nada. Esto es un ataque directo a su dignidad.” Y me recordó las palabras de Maribel Verdú, cuando dijo que si no se hubiera desnudado, habría perdido las mejores películas de su carrera. Pues eso.
Y ojo, que el decreto va más allá. También impone la tutela externa de los menores que actúan en rodajes. ¿Cómo? ¿Una empresa externa por encima del padre o la madre? Pero ¿quién se creen que son?
Rancaño fue clarísimo: “He trabajado con niños. Los padres son un incordio, pero están ahí porque se preocupan. ¿Ahora van a poner a burócratas por encima de la familia?”
Todo esto no es progreso. Es regresión. Es control, es ideología de la peor especie, es esa obsesión por decirnos cómo vivir, cómo hablar, cómo amar, cómo rodar una película. Ellos son los que deciden qué es lo bueno, lo moral, lo aceptable.
¿Y saben qué? Que de lo que no hablan nunca es de los problemas reales del sector: los autónomos precarios, los productores independientes mal pagados, los abusos de las plataformas, las subvenciones dadas por criterios ideológicos…
Rancaño me lo resumió en una frase: “Estos no se preocupan de los problemas del cine. Solo quieren controlarlo.”
Pues no, señores. Ni tutores, ni censores, ni progres tutelando lo que debe ser arte. Las actrices saben cuidarse solas. Y el cine no necesita salvadores con carnet político.
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